Para desarrollar este artículo, comenzaré con una breve historia, de un maestro de historia, que habla de historia, y que yo la uso para destacar el poder de las palabras.
Cuando estudié en la universidad, mi profesor de historia —Ponciano Murillo—, nos contaba acerca del ejército del imperio español del siglo XVII.
Describía cómo ese poderoso ejército se organizaba en grupos llamados tríadas, y que cada triada estaba compuesta de un mosquetero, un lencero y un espadachín.
Siguiendo su relato, nos explicó que los mosqueteros eran la primera línea de defensa. Así, cuando el ejército enemigo se acercaba, ellos ponían la rodilla en tierra, apuntaban y abrían fuego.
La segunda línea de defensa era la que formaban los lanceros, ellos con sus armas mantenían a distancia al ejército enemigo.
La última línea de defensa eran los espadachines, quienes se encargaban de defender al grupo cuando iniciaba la pelea cuerpo a cuerpo con el enemigo.
Mosquete, lanza y espada…
Ese era el orden de importancia de las armas en el ejército español del siglo XVII. Traslademos este símil a las presentaciones. ¿Te has puesto a pensar en las armas que tienes a tu disposición cuando saltas al escenario?
Hoy hablaremos acerca del armamento que puedes usar cuando estas realizando tus presentaciones y te daré ejemplos específicos que puedes empezar a aplicar a partir del día de hoy.
Hoy, no mañana, no la siguiente semana… hoy.
El armamento de un ejercito vs el de las presentaciones
Existe una diferencia determinante entre el armamento de un ejército y las armas que usas en tus presentaciones.
Consiste en que las armas del ejercito puedes utilizarlas, si quieres, o si no, pues no. Si no las utilizas no se volverán contra ti.
En cambio, las armas de la comunicación siempre se utilizan. Si las utilizas adecuadamente van a actuar a tu favor. En caso contrario, actúan en tu contra.
La primera arma a tu alcance es el lenguaje corporal. Aquí entran todas aquellas expresiones de tu cuerpo, como el movimiento de tus manos, tus desplazamientos en el escenario, tus expresiones faciales, etcétera.
La segunda arma es nuestra voz y su sonido, con todo lo que la integra: potencia, volumen, ritmo, tono, entre otros.
La última arma, son las palabras que utilizas.
El poder de las palabras
Un estudio que se hizo en 1967 arrojó la primera luz sobre la importancia de cada una de estas armas.
En ese estudio, Albert Mehrabian, psicólogo e investigador, llegó a la conclusión que el lenguaje corporal tenía una importancia del 55% en la captación del mensaje por parte de la audiencia, la voz representaba un 38% y el poder de las palabras, tan sólo un 7%.
¿Habías escuchado acerca de estos números?
Pues bien, recientes publicaciones cuestionan la validez de estos porcentajes. Señalando principalmente, que los resultados no son aplicables directamente a las presentaciones.
Estos hallazgos cambian radicalmente la forma de pensar al crear una exposición. Pues esa arma que ha sido menospreciada hasta hoy, la palabra, puede tener más importancia de la que se le ha dado.
Después de todo, Mark Twain lo dijo hace casi cien años, “la diferencia entre la palabra adecuada y la palabra exacta es tan grande como la luz que da una bombilla y la luz que genera un relámpago”.
¿Qué puedes hacer entonces para sacar mejor provecho del poder de las palabras?
Lo primero es conocerlas. Como sabes no todas las palabras son iguales. ¿Sabías que hay palabras que calientan? Y no, no estamos hablando del tradicional recordatorio materno en México, ni de cualquier otro insulto del mexicano.
Me refiero a que hay palabras frías y palabras calientes. Y lo del recordatorio materno, ilustra muy bien el concepto del poder de las palabras.
Palabras que seducen
En el mundillo del Marketing y del Copywriting, se discute mucho sobre las palabras frías y las palabras calientes, o “palabras poderosas”, “palabras que seducen”, “palabras que enamoran”… etcétera.
De acuerdo a Alex Grijelmo, en su libro “La seducción de las palabras”, las palabras calientes son arbitrarias y son las de mayor uso en artes.
Ejemplo de palabras calientes: descubre, pasión, inspirar, consuelo, luchar, por mencionar solo unas pocas.
Este tipo de expresiones las escucharás siempre que un orador quiera motivar a su audiencia.
Las palabras frías, por su parte, comunican precisión y son las más usadas en las ciencias.
Ejemplos de estas palabras: contabilidad, kilogramo, científico, protones. Y aquí va una pregunta para ti. ¿A cuánta gente crees tú que inspirarías al pronunciar estas palabras? No creo que a muchas.
Pero, aunque pudieran no inspirar, su uso en una presentación puede ser de valor si el tema del discurso lo requiere, o si tu estilo de presentador es proporcionar datos y números que soporten el discurso.
Las palabras también pueden clasificarse según su edad. Hay palabras nuevas y viejas. Internet, por ejemplo, es una palabra nueva, con apenas algunas décadas de vida.
Las palabras viejas, por otro lado, al habernos acompañado durante mucho tiempo, se han contaminado al mezclarse con otras. Estas palabras viejas “perfuman el discurso y crean el ambiente que invita a enlazar los pensamientos”.
Por ejemplo, si digo “expiatorio”, ¿cuál es la primera palabra que te viene a la mente? ¿Acaso es “chivo”? ¿Y qué culpa tiene el chivo?
Su única culpa es haber acompañado a “expiatorio” durante miles de años, pues la expresión, “chivo expiatorio”, aparece ya escrito en el Viejo Testamento, específicamente en el libro de Levítico.
Entonces Winston Churchill no estaba tan equivocado al decir que “en general las palabras cortas son las mejores y las palabras viejas, las mejores de todas”.
Veamos tres ejemplos del poder de las palabras viejas.
El primero, imagínate que alguien te invitara a comer una sopa hecha con la receta de la abuela.
¿Lo acompañabas?
Lo más seguro es que sí, pues cuando decimos abuela ocurren dos cosas.
En primer lugar, cada quien lo relaciona con su propia abuela, lo que nos trae sentimientos de cariño y nostalgia.
En segundo, la sopa de la abuela no es cualquier sopa. Es el resultado de años y años de mejoras, hasta llegar a ese delicioso aroma y sabor.
Segundo ejemplo, ¿prestarías o no atención a los “sabios consejos del abuelo”?
En muchas ocasiones lo harías, pues de nueva cuenta el poder de las palabras “abuelo” y “abuelo”, lo relacionamos con muchos años de experiencia.
Tercer ejemplo, la palabra tradicional.
Existe un tequila tradicional, platillos tradicionales y hasta una casa vinícola que anteriormente decía en sus promocionales “tradición que obliga”.
Tradición, abuela, abuelo, sabio, ejemplo de palabras viejas que se han ido perfumando con el paso del tiempo y han ganado poder.
Resumen
En resumen, tienes tres armas a tu disposición cuando comunicas:
- tu lenguaje corporal
- tu voz
- el poder de las palabras
Estas últimas —las palabras— han sido menospreciadas, pero tienen una gran importancia en la comunicación.
Recuerda que hay palabras frías y calientes. Las palabras calientes son la base de las artes, las frías de las ciencias.
Las palabras también pueden ser viejas y nuevas. Las viejas son las más poderosas.
Me despido compartiendo una frase muy adecuada de John Grinder, cofundador —junto con Richard Bandler—, del modelo conocido como Programación Neuro Lingüística: “unas cuantas palabras bien escogidas y dichas en el momento oportuno, pueden transformar la vida de una persona”.
Y esas palabras, podrían estar en tu próximo discurso o presentación.
¿Qué opinas de estas armas? ¿Las usas? Comenta tu experiencia con nosotros, nos gustaría leerla.
Por cierto, tenemos un recurso —y es gratis— que sabemos que puede ser un arma para vencer el nerviosismo al hablar en público.
Nos vemos pronto para seguir avanzando por el camino de la comunicación.
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